Algunas notas sobre litolatrías
Introducción
No resulta fácil interpretar el pasado más remoto de las comunidades humanas en algunos lugares del Pirineo. Las zonas marginales, las que han estado alejadas de los grandes cauces fluviales y de los pasos migratorios o comerciales más conocidos, siempre han sido grandes ignoradas, poco visitadas y menos estudiadas.
Para intentar arrojar un poco de luz a esos tiempos tan remotos, hay que ayudarse de ciencias auxiliares, como la filología, la toponimia, la arqueología, la etnología o la antropología para que nos aporten algunos indicios y muy pocas certezas, a la hora de investigar la prehistoria, protohistoria o, incluso, los oscuros tiempos medievales.
La Guarguera, drenada por el río Guarga y su afluentes y constreñida entre las moles calizas de las sierras exteriores pirenaicas y la línea de sierras de Canciás-Portiello pero con relieves suaves y de no demasiado abruptos, constituye un interfluvio que se desarrolla en franco sentido oeste-este y que, desde la prehistoria, debió favorecer los flujos humanos tanto transversales como longitudinales.
Neolítico
De lo más antiguo, del neolítico, momento en que las comunidades humanas se hacen sedentarias y empiezan a practicar actividades como la agricultura y la ganadería, tenemos en el territorio que nos ocupa dos muestras; una conocida desde hace tiempos, estudiada y divulgada y otra relativamente reciente, prácticamente inédita y en proceso de estudio.
La primera es el celebérrimo dolmen de Lasaosa, de Ibirque o la caseta de la bruja, que de todas formas se suele denominar. Y la segunda es un yacimiento en el curso medio del río, en proceso de estudio y que 1 ha arrojado, hasta ahora, abundante material lítico y cerámica propia de este periodo y del calcolítico.
Aparte de los menguados bienes materiales y muebles que han llegado a nosotros desde estas remotas épocas, resultaría interesante bucear, si esto fuera posible, en la mentalidad de aquellas gentes, en su sentido de la trascendencia, en sus dioses o sus creencias, en su relación con el territorio y con los astros…. En su mundo metafísico al fin y al cabo.
Sabemos que creían en la vida ultraterrena… de hecho, en el dolmen de Ibirque se exhumaron, en agosto de 1953, los restos de, al menos, cuatro individuos y algunos elementos (un cuchillito de sílex blanco, fragmentos cerámicos…) que podrían constituir un ajuar funerario y que nos indica la creencia en un más allá donde hacían falta herramientas, armas y comida.
Y de esta época emana un tema, de reciente interés para los investigadores, del que en la Guarguera hay muestras más que cumplidas e interesantes. Se trata del culto a las piedras, a las rocas y a otros elementos telúricos… lo que se ha venido a denominar genéricamente. litolatrías. (Del latín litos “piedra” y latría “adoración” )
Hay piezas realmente interesantes que denotan un amplio y dilatado uso cultual del elemento piedra en el tiempo en el espacio, pero, por razones de extensión, vamos a destacar solo dos de las numerosas documentadas y estudiadas: 2
1 El hecho de adjudicar determinados megalitos –y otro tipo de construcciones- a las brujas o a otros seres míticos no hace si no poner en valor el bagaje etnológico de creencias asociadas que acompaña a estas construcciones.
Pese al topónimo evidente y a los esfuerzos de varios investigadores, no hemos sabido encontrar una leyenda o tradición que lo justifique, al contrario de lo que pasa en otros lugares del Pirineo donde este tipo de megalitos se asocian a Moras, brujas, lamias o encantarías.
2 Para una información completa de este tema, consultar la web http://www.piedras-agradas.es/
La piedra de Ordovés.
Sin duda una joya arqueológica y antropológica guardada con mimo y celo por la misma familia desde hace varias generaciones.
Se trata de una piedra de 7’5 cm de largo por 3cm de ancho máximo, compuesta en apariencia por dos materiales distintos de textura pulida. Se encuentra sujeta por alambres de latón ya que, el punto de contacto entre los dos materiales, presenta una grieta que hace peligrar la uniformidad de la pieza. Su peso vendría a ser de unos 30 g. Refieren en Ordovés, y es conocido en todo el entorno inmediato, que “a piedra” salió de la cabeza de una culebra y que ésta era doble “parecida a una pateta de craba”. Por su procedencia, el agua en el que ha sido sumergida, sirve para curar cualquier tipo de envenenamiento tanto por parte de animales ponzoñosos (víboras, escorpiones, avispas…) como de otro tipo. Además, sirve para sanar cualquier tipo de patología que afecte a la piel (verrugas, sarpullidos…)
Resulta sorprendente que una creencia documentada en todo el mundo como que algunas piedras que se obtienen de organismos vivos y que sirven como contravenenos se haya conservado hasta la actualidad..
Son las llamadas “Piedras Bezoar ” que muchas veces se vinculan a serpientes ya que algunas mitologías 3 aseguran que Satanás, transfigurado en ofidio, es reconocible porque lleva en la frente una esmeralda. 4 Se podría hablar mucho más de esta pieza. La leyenda que la acompaña, el simbolismo de los elementos que la componen, pero se excedería en las pretensiones de este artículo. Remito al lector interesado a la web mencionada.
Las galochetas de San Úrbez.
Situadas en el barranco Cuatre, en término de Lasaosa, se trata de un afloramiento de arenisca donde se tallaron dos huellas y un agujero donde apoyar el bastón. La tradición dice que, estando San Úrbez de pastor en la cueva de Saliellas, conducía sus ganados por estas soledades donde, en la piedra, quedaron marcadas sus huellas. El topónimo galocheta , hace alusión a un tipo de calzado muy rudimentario que consistía en una suela de tabla unida al pie mediante correas o cuerdas.
Muy difíciles de localizar y de complicado acceso, las coordenadas son 42º23’33,28’’N 0º15’11,03’’W En palabras de E. Satué , (…) En los caminos que condicen a los santuarios de Serrablo, con relativa frecuencia, los romeros pueden observar marcas en las piedras que según la tradición corresponden a huellas del titular del templo cercano.
Las huellas, por su carácter didáctico se ubican: En los caminos de peregrinación, en los senderos que según la tradición se dice que recorrieron los santos en su martirio –Santa Orosia- o en la época vivida por la zona –San Úrbez-.
Aunque se evidencia que son obra humana, la fe y la tradición no ponen en duda su vinculación al santo; estas huellas vienen a ser una prolongación del santuario que vivificadas por la tradición familiar de la
3 La palabra procede del persa pâdzahr , que significa pad proteger y zahr veneno, pues en la Antigüedad se creía que el bezoar podía curar y anular los efectos de todos los venenos.
4 Piedra que, por otra parte, se usó como contraveneno molida y diluida en vino. Así mismo, la piedra portada por el Diablo se ha equiparado con la Piedra filosofal en su uso como dadora de eterna juventud e inmortalidad.
Su origen tiene dos motivaciones claras: Por una parte el sentimiento de posesión tan arraigado que tenía el montañés para con su santo local –la huella petrificada suponía una fijación de él-, y por otra, constituía un efectivo mecanismo pedagógico que fomentaba la iglesia para que la mentalidad popular –remisa a las abstracciones- cobrase motivación ante algo tan vivo y directo como la huella de un santo.
El culto a estas huellas, en el fondo, se basaba en una soterrada predisposición al culto a las piedras que la iglesia adoptó sutilmente; por lo tanto, esta costumbre se encuentra muy extendida, especialmente en Galicia, y vinculada a la “didáctica de los caminos de peregrinación.
El origen cronológico de estas huellas, al menos en lo que concierne a los casos de Serrablo, corresponde al siglo XVII, momento expansivo de la religiosidad popular y de las romerías. Esto es un mínimo de lo que aporta un territorio en general y éste en particular a poco que se estudie. Hay más, mucho más. Quedan para otra ocasión la silla del moro de Belarra, el sombrero de San Úrbez de Laguarta, la ermita de Santiago y sus piedras fecundantes en Secorún, la ermita rupestre de Ceresola o los túmulos fijadores de almas en Abellada, Belarra, Abenilla o Ibirque…. La Guarguera es un territorio desconocido, que guarda valores históricos, culturales y medioambientales que merece la pena divulgar y preservar. Esta publicación que tienes en tus manos es un buen comienzo.
José M. Navarro López.
Descendiente de Casa Navarro de Belarra.conocer.