Despoblación en La Guarguera
Como ya es sabido, el problema de la despoblación, en España, no atañe a una región o comarca en particular sino que es algo bastante generalizada aunque con características e incidencias singulares a cada enclave.
Aragón
En Aragón, la tendencia en la última década apunta a un notable descenso de su población. Naturalmente, la pérdida de habitantes censados no se reparte equitativamente por todo el territorio. Mientras Zaragoza capital acoge prácticamente a la mitad de todos los habitantes de la región, muchas otras zonas de las tres provincias aragonesas son, claramente, un desierto poblacional; esto es, tienen una densidad inferior a 10 habitantes por kilómetro cuadrado.
En las tres provincias aragonesas se da parecido esquema: mientras la capital y sus mayores poblaciones reúnen el grueso del censo, lo hacen en detrimento de las localidades que no dejan de perder población. Esto tiene varias causas pero la principal es la concentración de industrias, comunicaciones y servicios en esas poblaciones.
La Guarguera
Así como determinados pueblos fueron obligados a desaparecer en plena dictadura franquista por la política de construcción de grandes embalses, sobre todo para la producción de electricidad, en otros, como en La Guarguera, la causa -imbricada en su planteamiento con lo anterior- fue el deseo de concentración de mano de obra en la incipiente industria y construcción, el “ahorro” en infraestructuras y servicios que ello suponía al estado (comunicaciones y servicios, enseñanza, sanidad, administración, fuerzas represivas… ) y la consiguiente política de reforestación.
Sin embargo, hay que tener presente que el punto de inflexión en la cantidad y densidad de población en La Guarguera tiene lugar a partir del año 1930, todavía con ayuntamiento de la parte oriental en Secorún y una población total de 1.865 habitantes entre los dos ayuntamientos, Secorún (1.416) y Gésera.(449). Diez años más tarde -1940-, descendió a 1.491 habitantes (Secorún 1.106 y Gésera 385).
En el año 1950, Secorún tenía una población de derecho de 805 habitantes y Gésera de 295, con un total, pues, de 1.100.
En 1960, Secorún ya ha cedido la “capitalidad” a Laguarta que da un censo de 432 habitantes de derecho (algo más de la mitad que la década anterior), mientras Gésera refleja 209 (casi un tercio menos). Total: 641.
Ya en 1970, el censo de Laguarta es de 74 habitantes y no aparece Gésera en los papeles oficiales. Es de suponer que los datos de Laguarta engloban ya a toda la Guarguera, o bien que Gésera hubiera pasado ya a depender de Sabiñánigo.
Si nos vamos a los datos de la población de hecho, podemos ver la misma secuencia:
Como hemos dicho antes, el censo de 1930 nos da la mayor población de la Guarguera en su historia. Sin embargo, es en los años 50 y 60 cuando se da el éxodo masivo planificado e impulsado por la política franquista. Si bien había un desplazamiento “natural” en busca de mejores oportunidades (sobre todo mujeres y al servicio doméstico, mientras los hombres aguantaban como podían en las pequeñas faenas agrícolas y ganaderas, principalmente) ya desde los años 30, es en esas dos décadas cuando desciende dramáticamente la población y se abandonan definitivamente pueblos enteros. Los que continuaron habitados pasaron, en los 70, a depender del ayuntamiento de Sabiñánigo, capital del Serrablo.
Años 80
En los años 80 del siglo pasado, da comienzo la repoblación de varios núcleos de la Guarguera, empezando por Aineto, al que seguirían Artosilla e Ibort unos años más tarde, formando la asociación Artiborain. Se trata de los llamados “neorurales” que por diversas causas deciden la vuelta al campo y obtienen viviendas y espacios en usufructo pero no en propiedad. Más tarde se añadiría Solanilla a la misma asociación con similares planteamientos y condiciones. Como hito más importante cabe señalar la reapertura de la escuela de Aineto, además del aumento de su población hasta cerca de cuarenta habitantes censados en la actualidad. Eso, al margen de las experiencias vitales y personales de los nuevos pobladores.
También a otros núcleos del valle han llegado nuevos pobladores, unos adquiriendo y rehabilitando viviendas como segunda residencia (Gésera, Laguarta, Gillué, Belarra, Molino Escartín…), otros como medio de vida (Aineto, Gésera, Artosilla, Laguarta, Cañardo, Gillué, Solanilla…) que, junto con los antiguos pobladores que resistieron, dan nueva vida y perspectivas a la Guarguera.
En el cuadro anterior puede observarse que pueblos que quedaron completamente deshabitados en los años 60 del siglo pasado (Aineto, Artosilla, Solanilla…) tienen en la actualidad nuevos pobladores.
Es un dato para el optimismo, pero…
Si menos de 10 habitantes por kilómetro cuadrado es considerado desierto poblacional, aquí nos encontramos con la treintava parte de esa consideración, lo cual es más que preocupante. Números que hay que poner sobre la mesa porque se ocultan tras las grandes cifras ya que la comarca del Alto Gállego, incluida la cabecera comarcal (Sabiñánigo), da una densidad de 9,96 y de 5,42 sin incluir la cabecera. Hay que añadir que según Cristian Laglera, estudioso del tema, Huesca es la provincia de España con más municipios deshabitados, nada menos que 320. En la Guarguera tenemos muchos ejemplos.
Medidas
Es urgente, por tanto, que se adopten medidas realistas que favorezcan la repoblación. Medidas que pasan necesariamente por:
– Mejora y mantenimiento de las comunicaciones terrestres.
– Mejora y puesta al día de las comunicaciones por internet. Que se cumpla la promesa de la banda ancha para todo el territorio, fijada para 2019.
– Implantación y mejora de servicios: Sanidad, Educación, Administración…
– Apoyo a la economía de la zona, a los que han resistido y a los nuevos proyectos, propios de cada población
– Nuevos empleos para residentes, promovidos por la Administración, relacionados con la conservación y el aprovechamiento del medio natural (vigilancia, limpieza y explotación maderera, turismo local…)
– Escuchar y contar con los residentes para establecer las políticas pertinentes.
Como dice la canción “…que lo que nos hace falta son hechos y no promesas”.