Nuevos poblamientos, opiniones
En la Guarguera había a principios del siglo XX más de 1.000 personas viviendo en 40 núcleos. Después del despoblamiento ocurrido en los años 50 y 60, a principios de los 80 solamente quedaban habitados 7 pueblos en el valle, (Ordovés, Gésera, Arraso, Castillo de Guarga, Molino de Villobas, Cerésola y Laguarta). En su mayoría se mantenía sólo una familia por pueblo, sumando unas 30 personas en total. Desde entonces, hay dos tipologías de pueblos; los que pertenecen a la DGA, (casi todos los que quedaron abandonados y fueron vendidos por los últimos pobladores antes de marcharse) y los que siguen siendo propiedad de sus antiguos habitantes.
Años 80
A principios de los años 80 se instalan en el valle los primeros “nuevos pobladores”, gente originaria de ciudades como Madrid o Zaragoza que buscaban un cambio de vida, reivindicando la vuelta a lo rural en contraposición a la sociedad industrial del momento.
Estas motivaciones personales se manifiestan de forma colectiva con la creación de la Asociación Artiborain, que consiguió un acuerdo con la DGA para obtener la cesión de dos pueblos de la Guarguera: Aineto y Artosilla. El objetivo principal de la misma es promover la reconstrucción y rehabilitación de los pueblos ocupados, contribuyendo a conservar el medio rural y todo su patrimonio (ecológico, histórico, etnográfico…), dando prioridad a la fijación de población en una zona especialmente desfavorecida.
El planteamiento inicial del proyecto entendía la vida rural como una nueva posibilidad de futuro, se buscaba una vida más sencilla, en contacto con la naturaleza. De ésta forma, a lo largo de los años 80 se incorporan a la Guarguera 30 nuevos habitantes, entre niños y adultos, en ambos núcleos.
Años 90
A lo largo de los 90 se mantiene la población originaria del valle y se afianza el proyecto de Artiborain, con nuevas incorporaciones de personas en Aineto y en Artosilla.
También se produce una nueva llegada de pobladores al núcleo de Solanilla. Como en los casos anteriores, es gente procedente en su mayoría de ciudades, como Barcelona.
En otros pueblos, como Belarra, el Ayuntamiento de Sabiñánigo saca a subasta el edificio de las antiguas escuelas, lo que también permite que haya familias que las compren y se instalen en el valle. Son los primeros casos de compras de inmuebles en muchos años.
Con el cambio de siglo se producen las primeras ventas de casas particulares en pueblos de la Guarguera, como Laguarta, Gésera, Lasaosa o Gillué.
De ésta manera se instalan familias nuevas, también procedentes de fuera, arreglando casas, montando negocios y dando vida a los pueblos.
Coincide con un proceso de arreglo generalizado de edificios en casi todos los pueblos. Los dueños de las casas las arreglan y comienzan a pasar más tiempo en ellas, (verano, fines de semana….). De esta forma, aunque no viven de forma continuada en los pueblos sí que contribuyen a animar la vida social, cultural, a mantener las infraestructuras, edificios, huertos… en definitiva, a darle vida al valle.
Actualidad
En los últimos años se puede decir que la Guarguera tiene una población consolidada que multiplica por cuatro esas 30 personas de hace 30 años, repartidas en más de 12 núcleos diferentes. Sigue siendo una densidad demográfica muy baja, pero lo bueno es que la tendencia sigue siendo ascendente, sigue viniendo gente de fuera a vivir aquí y siguen naciendo nuevos niños y niñas que llenan el valle con sus risas.
Éste tipo de iniciativas de repoblación, que aúnan proyectos más colectivos con iniciativas privadas, nos hacen pensar que otro modelo de desarrollo es posible y ha resultado ser una alternativa con futuro para la recuperación de éstos pueblos deshabitados del Pirineo Aragonés.
Y todo esto a pesar de ser un valle “abandonado” en cuanto a infraestructuras, con una carretera que necesita mejoras urgentes y con muy poca ayuda a nivel institucional, partiendo en muchos casos de tener que reconstruir una casa desde sus ruinas, encontrar la forma de trabajar moviéndote lo menos posible, etc.
Actividades económicas
En cuanto a las actividades que se desarrollan en el valle, por suerte nunca han faltado las ganaderas, acompañadas de algo de agricultura, lo que ha permitido mantener, no solo a la población oriunda sino toda la red de relaciones que definen el ecosistema.
A mediados de los 80 se abrió en Aineto una escuela de primaria, que aún se mantiene en activo, dando servicio a los niños y niñas del valle.
El desarrollo de la vida en los núcleos rehabitados se plantea en base a un aprovechamiento tradicional de los recursos, con actividades de ganadería y agricultura de autosuficiencia, que no suponen ningún conflicto con las ya existentes. A esto se le añaden otras compatibles con el entorno, como actividades de tipo artesanal, (de recuperación de oficios tradicionales, pequeñas industrias), con los espacios naturales, (como actividades de educación ambiental y de investigación) y, más recientemente, otras relacionadas con un turismo respetuoso y de salud. De ésta manera conseguimos vivir aquí, superando esos déficits de servicios e infraestructuras que tiene la zona.
El sentimiento de valle es fuerte, somos tan pocos en cada pueblo que tenemos que apoyarnos también entre pueblos, por eso hace unos años se creó la Asociación Guarguera Viva, que nos aúna en proyectos de reivindicación del valle, tratando de favorecer su desarrollo.
Hablamos de un desarrollo rural ligado a actividades alternativas o complementarias a las tradicionales con un marcado carácter de conservación del medio ambiente, porque eso si… tanto los oriundos del valle como los nuevos pobladores queremos mucho a ésta tierra, y nos gustaría conservarla en las mejores condiciones posibles.
Azpe García. Julio 2018